✨ La Fábula del Pajarito bajo la Manga
- El Rincón Mágico de Seladriel
- 7 jun
- 3 Min. de lectura
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(Inspirada en un sueño lúcido entre la lluvia, la danza y la cima)
Había una loma que se alzaba como un suspiro entre mundos.
No era alta, pero sí sagrada, porque cada paso que se daba hacia su cima,
deshilaba un recuerdo, un nudo del alma, un deseo oculto.
Ella caminaba envuelta en una tela blanca que danzaba con el viento,
como si la montaña misma quisiera vestirla.
A veces era una casa, a veces un set de filmación, a veces lluvia.
Todo cambiaba, menos su deseo de llegar a la cima.
Él también estaba allí, no de frente, pero sí cerca.
Rodeado de voces ajenas y amigos que no sabían,
que dentro de su manga se ocultaba un secreto: un pajarito.
Uno pequeño, suave, que primero había volado a las manos de ella,
y que él había tomado después con el mismo amor, pero en silencio.
Nadie lo notaba, excepto uno de los presentes que, al ver el ave saliendo de su manga, le preguntó:—¿Por qué el mismo pajarito que ella acariciaba?Y él respondió:—Ella no lo sabe. Por eso lo escondí.
El ave, sabio mensajero del alma, no temía.
Volaba entre ellos con naturalidad,
porque sabía que ambos eran ramas de un mismo árbol.
La danza continuaba, cada encuentro era un intento de no verse,
cada evasiva un acto de amor encubierto. Y así, entre miradas fugaces,
grabaciones grupales y lluvia, se tejía un vínculo invisible.
Cuando ella llegó al borde del tanque en la cima,
con su tela extendida como bandera de rendición y coraje,
fue recibida por cabras monteses, la quisieron embestir.
Pero él, al verla en peligro, se agitó por dentro.
Corrió hacia ella, quería protegerla.
—¿Acaso no es peligroso? —preguntó su voz temblando.
Y ella, con firmeza, respondió: —Yo quiero ir.
Porque algunas almas no buscan seguridad, buscan verdad.
Y aunque él seguía temeroso, ella ya había elegido.
No la evasiva, no la promesa, no la espera. Sino el ascenso.
La historia no terminó allí.
El libro aún no aparecía, pero el ave había volado entre ambos.
Y eso ya era símbolo de algo, que ni siquiera el miedo podía negar...
Y justo cuando la cima parecía demasiado salvaje,
justo cuando las cabras monteses mostraban los cuernos
y el viento ondeaba su gran tela blanca como una bandera de alma…
Él corrió, no como un héroe, sino como alguien que no lo pensó.
Que lo sintió, que se le agitó el pecho.
Que no quería que ella se lastimara.
No le importaron los demás, ni su rol en la escena,
ni la carne que sostenía minutos antes.
Solo ella, allá arriba.
Y aunque no pudo detenerla,
aunque ella siguió subiendo con el fuego en la mirada…
Él supo, en lo profundo, que aún quería proteger lo que ya había soltado.
Pero ella no subió para ser salvada.
Subió porque sabía que la cima era suya.
Y que incluso con amor en los márgenes,
nadie más puede sostener su bandera de libertad.

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Con amor,
Melissa – Seladriel
Muy inspirador.