Una carta al alma masculina que aún teme al fuego del amor verdadero. Un recordatorio de que no es un reproche, sino una invitación a volver a sí mismo, a encender su verdad y caminar hacia la libertad.
Una carta íntima y espiritual para la mujer que ha encarnado el rol de la Vasija: contenedora del amor, de la espera y del silencio. Este texto honra su camino, revela la distorsión que el miedo ha sembrado en los vínculos y hace un llamado a despertar al verdadero Divino Masculino: el que no huye, el que asume, el que elige quedarse desde la conciencia.